lunes, 2 de abril de 2012

Donde han ido a parar todas las flores? Y dónde ha ido Hierba...? (*)







Pocas veces ocurrió un hecho tan extraordinario como el que protagonizó Minombresabeahierba, individuo que nació a los 72 años - hace esto 72 años - en una perdida aldea de los Andes argentinos, conocida como Villa La Angostura. Anciano ya Minombresabeahierba, de lecho humilde, mostró una excelente predisposición para convertirse en jubilado, cosa que logró no bien tuvo todos los papeles en órden como los requeria PAMI.

Pasado el tiempo y a medida que rejuvenecía, su espíritu emprendedor lo llevó a ocuparse del cuidado del jardín, incluyendo una minuciosa y sistemática persecución de las hormigas. Después se ocupó de jardines ajenos y hasta desempeñó un puesto municipal en el Botánico, encargado del regadío de los paseos publicos como Barrancas de Belgrano, Parque Centenario y Plaza San Martín.

Tan grato le era ese puesto, que permaneción en él no menos de veinte años, en tanto se especializaba en estudiar el comportamiento de las especies vegetales típicas de la zona como jacarandás, ceibos, jazmines y ombúes. A los 33 años sin dudarlo un instante, se inscribió en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aiires. Era tan estudioso Minombresabeahierba que casi una década después ingresaba al Bachillerato de Ciencias y Letras de un conocido colegio del barrio de Belgrano, con notas sobresalientes, alentando ya la firme intención de no detenerse hasta cursar las primeras letras en Salita Celeste.

Signado por una voluntad a toda prueba - lo cual era motivo de preocupación de sus padres - Minombresabeahierba (a quien sus amigos llamaban Hierbita) alcanzó la meta a la edad de 5 años, o sea cuando la mayoría de los niños comienza a tener conciencia del mundo. Hierbita situó por ese entonces los últimos recuerdos de su madre, una mujer de pocas luces pero hacendosa, buena ama de casa y mejor compañera de su marido. En la actualidad el matrimonio vive con ansias el prolegómeno de un momento especialísimo.

La señora está recupernado poco a poco su silueta estilizada, y en tanto aguarda el momento de la definitiva ingravidez, dedica sus días a ver televisión y a destejer mañanitas y escarpines color celeste, infatigablemente.



(*) Adaptación del cuento "El hombre regresivo" del libro "las paralelas no se tocan, nene" de Norberto Firpo.